miércoles, setiembre 26, 2007

Una reflexión sobre lo complejo de la influencia norteamericana en mi propia vida

(Sé que debería estarme yendo a clase, y que hoy no voy a ir porque si no esta semana no la termino viva y que necesito este aire, así que me doy licencia para postear).

ADVERTENCIA: Por si hay alguien que entra a hacer comentarios hirientes o sarcásticos de manera cortante, el que viene a continuación es mi propio caso. Es lo que ocurrió en mi vida, de manera narrativa, y lo que sigue ocurriendo. No es una generalización ni pretende serlo.

Qué compleja se ha vuelto mi relación con la cultura norteamericana. Quiero ampliar la bolsa del adjetivo (con el perdón de México, que no se merece esta bolsa sino una mejor) a Canadá, donde resido actualmente por motivo de estudios. Día a día me cuestiono mis vínculos culturales y cotidianos con esta parte del mundo donde actualmente me trajo la vida.

Yo estudié en un colegio que se hacía llamar peruano - norteamericano, donde teníamos una buena proporción de la educación en inglés, donde aprendíamos las canciones infantiles clásicas (como Mary had a Little Lamb, My Bonnie -la favorita de los paseos del cole, Oh Clementine, entre otras) y estudiábamos en primaria con textos de EE.UU. En mi propia casa, siempre existió esa mezcla de admiración/ alienación por lo proveniente de EE.UU., pero más en lo cultural cotidiano y en el consumo, lo que finalmente fue divertido y una parte bonita de mi infancia. No niego que fui feliz aprendiendo a leer (incluso en inglés) con Snoopy, comiendo mis Rice Krispies (que hasta ahora los como), jugando con mis Barbies y los My Little Pony (ahhhh y tenían que ser los originales! Hasbro!). Reconozco que me volví un poco marca-adicta y super fiel y defensora de las "marcas verdaderas" vs. las "bamba", las cuales nunca han faltado en mi querido país (y ahora con China como está, sobran!). Además, estuvo el eterno sueño de mis padres, que luego yo tomé como mío, de que me fuera a estudiar a EE. UU. y que me estableciese de por vida allí a "cumplir el sueño americano".

Pasaron los años y me fui de intercambio por tres meses a un área rural de Wisconsin. Puedo decir que fue una experiencia más dulce que amarga, aunque ahí conocí por primera vez en mi vida qué era lo que los gringos querían decir con esa famosa palabrita "homesick". Sin embargo, como relaté ya antes en este blog, de ahí lo que me vino fue un despertar musical (bueno, también tuve la suerte de irme "en el año que explotó el grunge") que también se lo agradezco a los EE.UU. Siendo todavía "una niña de la familia" en este contexto de intercambio, mantenía el sueño de emigrar a los EE.UU. y convertirme en una profesional de éxito allá. Esto me dejó el castellano lleno de expresiones en inglés que hasta ahora no me las puedo sacar de encima a pesar de que yo soy consciente de que es una mala costumbre (pero por el tiempo y mis contextos laborales y personales, no he podido salir de ello).

Mi época de universitaria no cambió nada las cosas. Era una época en la que los profesionales del área de negocios eran cotizadísimos e internacionalísimos. Eran los años en los que el MBA garantizaba un salario de $100,000 y un título de gerente para arriba solamente por tenerlo. Todo ello intensificó mi sueño de quererme establecer en los EE.UU. y apropiarme del famoso "American Dream". El contexto de mi hogar me impulsaba más aún a ello.

............y luego vinieron la crisis asiática, Bush, el dot-com bust........ y el 11 de setiembre del 2001. Bajo esas circunstancias, la bendita maestría se convertía cada vez en un sueño menos alcanzable. Las famosas visas H1B eran (son) casi imposibles de obtener. Los créditos y becas para los programas de posgrado desaparecieron, sobre todo para estudiantes internacionales. Obtener un MBA ya ni siquiera aseguraba un empleo.

Además, yo atravesaba una situación familiar financiera complicada, lo cual no sumaba al panorama... y entonces apareció la alternativa de la residencia canadiense, a la cual aparentemente no era tan difícil postular. A mí me pareció un buen proxy de mi famoso American Dream (mis disculpas por ser tan repetitiva con el término pero es clave a la historia) y decidí aplicar, como quien no quiere la cosa, a ver si salía. Efectivamente, salió la famosa residencia, por lo cual comencé a investigar maestrías en Canadá (a pesar de que mundialmente son mucho menos conocidas, y por lo tanto menos prestigiosas, que las de EE.UU. o las del Reino Unido). Así llegué a las Top 3, pero como vivía una época de bajos recursos, me decidí por la #3 (tampoco barata, pero digamos que es menos cara). No quería embarcarme en un crédito demasiado grande con una situación incierta de conseguir trabajo luego de la maestría (además que por la situación financiera mencionada anteriormente, quería lograr otras metas personales que por ahorrar para la famosa maestría no cumplí), así que pensé que era una buena decisión. Además, resultó que dicha universidad me becó por el primer año, lo que reducía mi necesidad de crédito para estudios.

Así fue como terminé aquí en el "cono Norte" de Toronto, en este programa que me ha traído algunas alegrías y algunas decepciones, tal como lo atestigua mi blog. Sin embargo, lo que me ha permitido esta estancia de un año (interrumpida, a Dios gracias) ha sido vivir en Norteamérica y experimentar de primera mano qué se siente, primero como estudiante, y ahora como empleada de una empresa grande. Así, pude confirmar muchas cosas que ya sospechaba del American Dream pero que las tenía que tener en frente mío para la confirmación: la tenencia de bienes de mediano a alto valor y la renovación constante de los mismos (típico en estos países) es altamente dependiente del crédito; se pierde tiempo incontable en domesticidades irrisorias (que podría ser un tiempo mucho mejor aprovechado); las distancias son inmensas y si uno tiene la desgracia de no contar con un auto lo sufre el doble, porque a la distancia se le suma la inclemencia del clima; la familia es una entidad en decadencia y en eterno peligro (y para una persona tan familiar como yo esto es algo que no entra en mi esquema mental y pasa más allá de cualquier capacidad de adaptación); las nuevas generaciones crecen cada vez con menos valores; el triunfalismo obsesivo relacionado con el mundo laboral, que deviene muchas veces en individualismo excesivo y a veces en traición sinvergüenza; la gente no ofrece amistad sino compañerismo (una relación cortés y cordial, pero con cero interés sobre lo que a uno le ocurra personalmente o de compartir experiencias comunes); las casas son endebles y de madera y comer bien cuesta caro -si uno es pobre y peor aún, un pobre sin tiempo, vive de cosas chatarra o llenas de preservantes, tal cual es mi vida actual. A ello se le suma el caso particular del sistema de salud en Canadá, sobre el cual no pienso volver a explayarme (ya lo hice ayer).

Luego me puse a pensar: ¿y ése era el sueño americano con el que me ilusioné desde pequeña? ¿Por qué no valoramos lo que tenemos en nuestros países? ¿Por qué nos han acomplejado con furia haciéndonos pensar que somos tan inferiores? Es cierto, tenemos menos PBI per cápita, más desorden institucional, menor nivel educativo promedio, combis, ticos, gente negativa, los que se hacen los vivos, etc., etc. (porque no voy a tapar el sol con un dedo), pero no solamente somos eso. Somos un país más allá de nuestros problemas. Cuando pienso en ello, me acuerdo de que mi familia tampoco es perfecta: tiene un montón de defectos. No obstante, la identidad de mi familia no se compone únicamente de lo malo que tiene, sino también de lo bueno. Creo que la distancia ayuda a ver las cosas con una perspectiva mejor y a poder comparar de manera mucho más objetiva ambas realidades.

Lo que me da que hacer es que cosas que antes me parecían admirables, graciosas, o adaptables dentro de mi cultura ahora me parecen ridículas. La primera es el consumismo excesivo de esta sociedad, y el énfasis en comprar cosas que no se necesitan, además de la competencia con "el vecino" para ver quien tiene lo más grande, lo más nuevo, lo mejor. Lo otro es lo desconectados que pueden andar del resto del mundo (particularmente Canadá, donde generalmente las noticias internacionales se limitan a EE.UU., Irak y Afganistán). El seudo humor de algunos comerciales (como también ya he comentado) y películas también entra en esta categoría, aunque ya ello lo había comenzado a notar en mis primeros años de adultez.

No obstante, no niego la influencia norteamericana en mi vida. No niego que leo el New York Times en Internet (para muestra mi link a Freakonomics), que escucho predominantemente música en inglés (ya eso es un tema de preferencias y para más historia musical mía, referirse a los posts sobre la historia de mi vida musical -una nota que no viene al caso: mi colección es más británica que estadounidense), que he sido y soy fanática de varias series e incluso programas concurso de EE.UU. (bueno, cuando era chibola me gustaba Degrassi, la única serie canadiense que recuerdo; la versión de ahora no), que me relaja y me da risa ver el chisme de entretenimiento y celebridades (porque todos necesitamos algo hueco y papafrita en nuestras vidas para darle ligereza al asunto) y que muchos de mis moldes culturales han sido generados en EE.UU.

Sin embargo, he revalorizado mis raíces peruanas y ya me siento menos ciudadana del mundo y más peruana cada día. Creo que debo añadir aquí que desde el principio he tenido una relación medio conflictiva con mis orígenes japoneses, mi educación norteamericana y mi nacionalidad y aculturamiento peruanos. Ahora, en cambio, me siento y mé sé peruana hasta la médula, de las que salen a celebrar los goles de la selección o de Cienciano en Miraflores :), las que lagrimean en el extranjero con el Somos Libres, que extrañan su choclito y su queso fresco a morir... no cabe duda, soy peruana, con orgullo, a mucha honra, y quisiera ayudar a mi país a superar sus complicados problemas, aunque sea con un pequeño granito de arena.

4 comentarios:

Zorro Network dijo...

Que revelador lo que señalas, de verdad creo que tienes mucha razón, nosotros todavía nos alimentamos con cosas que ellos denominas Bio u organico la diferencia es que no están certificadas o muy pocas, pero son naturales.

Lamentablemente, al menos lo percibo en mi país ( Chile) muchos tienen como modelo de vida a Norteamérica, en realidad Estados Unidos, por que de Canadá casi nadie sabe que es, punto a favor nuestro por que siempre me ha cargado esa arrogancia que tienen estos países que te señalan que no saben donde queda tu país, creo que afuera, Canadá no existe o es subsumido culturalmente por EE. UU. .

También creo que debemos redescubrir lo bueno de nuestras sociedades, estamos perdiendo muchas cosas por seguir un ritmo que no es nuestro.
Saludos...

La Ratita Cuqui dijo...

Es cierto que debemos redescubrir nuestras fortalezas como países latinoamericanos y no creernos que todo lo que viene de EE.UU. es lo mejor. Lamentablemente, existe mucha gente que ha crecido con la idea de que "lo nuestro es malo por defecto". Quisiera creer que ese problema de baja autoestima latinoamericana viene de nuestras épocas de crisis mayores, los cuales muchos países vienen dejando atrás. Quisiera creer que existe un espacio para revalorizar nuestra autoestima como países y no perder tantas cosas que hacen mejor nuestra calidad de vida (como la manera más humana de relacionarnos, que es una de las cosas que más extraño estando por aquí) y que si bien a veces a algunos podría parecerle que el dinero "lo es todo en la vida" (sobre todo cuando éste es escaso), tenerlo tampoco garantiza la felicidad, ni siquiera la estabilidad mental.

Muchas gracias por tu comentario.

Zorro Network dijo...

En la universidad nos enseñaban que había que potenciar el conocimiento endógeno, y creo que en un futuro cercano se viene un redescubrimiento del valor de las cosas tradicionales de cada rincón de nuestros países, es que con esto de las comunicaciones globales, también se han derribado muchos mitos y hoy sabemos por ejemplo que un Japonés si bien vive en un país muy rico, su vida es un infierno, que existe más posibilidades de ser asesinado en Los Ángeles que en cualquier otra parte. Saludos..

La Ratita Cuqui dijo...

Danilo, has dado en el clavo. Justo hoy comentaba vía telefónica (mejor dicho VoIP'ística) con mi mamá que el estereotipo del "gringo héroe" prevalente luego de la segunda guerra mundial se ha ido desvaneciendo más y más a medida se ha incrementado el acceso a la información. Ya no creo que casi nadie los vea (sobre todo post GWB) como salvadores del mundo como solía ser, por ejemplo, cuando mi papá jugaba con sus hermanos a indios y vaqueros o a "combate".

Me faltó responder también que ese desconocimiento en Norteamérica del resto del mundo es fomentado por sus propios medios, que están llenos de tonteras (por decir algo) y mientras el mundo sigue girando a su alrededor, su realidad sigue siendo un pedacito muy pequeño de todo lo que ocurre. Imagínate que hay personas que no sabían dónde estaba América Central (donde trabajé un mes este año) -ni siquiera un país, sino una región entera del mundo. Lo gracioso (o penoso, no sé hasta ahora muy bien cómo categorizarlo) es que es muy típico quejarnos en América Latina de nuestros noticieros que pasan tonterías y que "por eso no progresamos". Creo que en cualquier parte los noticieros (sobre todo los de temprano en la mañana) llenan sus minutos con cosas intrascendentes porque así maximizan su público, para el cual le es más cómodo no pensar. Gracias de nuevo por comentar.