miércoles, octubre 17, 2007

El Huayna Picchu




En abril de este año subí el Huayna Picchu, que es la montaña puntiaguda que suele salir en el fondo de las fotos de Machu Picchu. Fue una experiencia extenuante, riesgosa y fatigante, pero que me dejó con la satisfacción de haberlo logrado. Sin embargo, recuerdo mucho el sentimiento de estar en la mitad de los caminos curvos y empinados, con sus pequeñas escaleras donde con la justa entraba mi pie, y sentir que ya no podía seguir más porque me faltaba aire y agua. Claro que para ese momento, ya había avanzado tanto que retroceder no tenía sentido; solamente quedaba seguir mirando para adelante y seguir subiendo, aunque me costase todo y simplemente me quisiera desplomar.

En este momento en mi vida, cuando ya pasaron 14 meses desde que decidí hacer este MBA en Canadá, me siento exactamente igual. Ya estoy bastante fatigada y me falta aire y agua (sobre todo porque estoy trabajando para solventar mis gastos del MBA y de paso ganar experiencia, pero hacerlo de manera simultánea a la maestría me quita mucha energía y ganas para ambas cosas), pero ya avancé prácticamente la mitad del camino que tengo que recorrer en teoría, y ya no puedo dar marcha atrás y decir que "ya no quiero seguir" (aunque a veces mi salud mental y física me reclamen un stop urgente... y que sienta que las cosas se me caen por tratar de equilibrar todo). Tengo que continuar hasta llegar a la cima, aunque el camino se ponga cada vez más empinado, aunque los peldaños se vuelvan más estrechos y más resbalosos, aunque las cuerdas de donde me puedo sujetar sean cada vez más escasas. Si mi meta es regresar, tengo que volver con ese famoso cartón, aunque ya mis notas no sean óptimas (lo cual en el fondo también me duele, y siento que estoy haciendo las cosas a medias, lo cual tampoco me gusta mucho), pero si quiero lograr aunque sea una pequeña mejora respecto de mi vida profesional (en la cual también he entrado en una crisis existencial por no estar tan segura de lo que quiero a futuro), no me queda otra que terminar la bendita maestría, cueste lo que me cueste. Espero de corazón que en el futuro sienta que este sacrificio tan fuerte de dos años valió la pena.

1 comentario:

Anónimo dijo...

HOLA RATITA CUQUI.- TIENE QUE VALER LA PENA ESE DOLOR DE ESTAR LEJOS POR ACERCARTE A LA PERFECCIÓN DE TU SER SIGUE LUCHANDO QUE SERAS RECOMPENSADA CON ESA EXPERIENCIA DEBERAS EXTREMA,AISLADA DE TU ESENCIA Y ORIGEN DONDE SEGURAMENTE SIENTE SU LLAMDA RECLAMANDO TU VUELTA, FUERZA RATITA.
UN ABRAZO
PILY